El olvido de Amalia

Recuerdo que así comenzó tu olvido, siempre relatando las mismas historias, pude notarlo siendo todavía una niña, y es que a veces los niños inferimos mejor de lo que los adultos creen…

Aunque nuestra convivencia era esporádica, te escuché muchas veces y te conté tantas cosas, ahora que lo pienso siempre he sido periodista, tan atenta a tu narrativa y a los detalles; pero contar las mismas experiencias una y otra y otra vez, era mucho más que vivir en el pasado.

En algún momento pensé que repasabas esos eventos para no olvidar y no repetir errores, quizás para que yo no los cometiera, pero conforme pasaban los años fui testigo de cómo te ibas perdiendo.

Con frecuencia solías contarme historias tristes, esas que ha podido superar el cuerpo pero no el alma, y es que cuando los ojos hablan no hay quien los pueda callar. Ahora pienso que cuando una parte de ti se empeña en no dejar ir el dolor, la mente de alguna manera se defiende, similar a cuando nuestro cuerpo lucha contra un virus.

Aventurándome a decir locuras, pienso que tu mente necesitaba reiniciarse, necesitaba olvidar, permitiéndose sólo algunos instantes de lucidez. No puedo negar que para los que sí recordamos, verte así duele, hemos pedido a Dios que siempre tiene la última palabra que te retorne, que nos reconozcas, pero por momentos esa petición parece tan egoísta…

No sé en que lugar se encuentran tus pensamientos, ahora estoy distante a diferencia de otros tiempos, pero pienso en ti, te recuerdo con afecto y espero que donde estés no te atormenten los recuerdos, me gustaría verte ser la de otros tiempos, pero no si eso implica la ausencia de tú paz, tú sufrimiento.